Es que, ¿acaso una condición en tu salud bloquea el resto de tu identidad? ¿Tener una dificultad te hace carecer de erotismo, sensualidad y sexualidad?
La Convención internacional sobre los derechos de las personas con discapacidad, realizada en 2006, reconoce que las mujeres y niñas en situación de discapacidad se encuentran en desventaja en comparación a los hombres con las mismas características y al resto de la población.
La sexualidad es una parte fundamental de la identidad de las personas, ya que nos permite interactuar con otros, expresar nuestros afectos, determinar formas seguras de exploración de nuestra corporalidad, comprender a los demás, respetar sus espacios y decisiones, entre otros aspectos que nos sirven no sólo en términos afectivos y corporales, sino además para insertarnos de forma saludable en la sociedad.
Como sociedad gracias a nuestros prejuicios fomentamos la imagen perfecta, haciendo que niñas, adolescentes y adultas se formen a partir de una serie de actitudes, valores y comportamientos ante su propio cuerpo, hacia la realidad de su sexo, así como de su rol actual y futuro, donde evidentemente un “cuerpo diferente” no encaja. Pero sí. Las mujeres en situación de discapacidad pueden tener una vida sexual activa, saludable y plena, igual que cualquier otra.
Lamentablemente, debido a la escasa capacidad de organismos públicos y privados (tanto de sectores en salud como de educación) para generar una verdadera inclusión, las mujeres en situación de discapacidad siguen siendo marginadas y subestimadas, siendo eternamente condenadas a depender de terceros: a no considerar sus decisiones, mucho menos reconocer sus intereses afectivos y sexuales. Por lo que naturalizamos la condición que se les fue dada hace siglos de “pobrecita”, “es como una niñita”, sin aceptar que tienen necesidades físicas, corporales, naturales, igual que todas.
Limitar los derechos de las mujeres con discapacidad a ejercer libremente su sexualidad y su derecho a la maternidad conlleva una limitación de sus derechos fundamentales, como ciudadanas de pleno derecho, según la ley 20.422 la cual protege y promueve la equiparación de oportunidades.
En Chile, lamentablemente existen pocos estudios que permitan analizar y respaldar las acciones en salud sexual y reproductiva de estas jóvenes en particular. Por otro lado, los profesionales no están capacitados para responder a las necesidades de las personas en situación de discapacidad en relación a su sexualidad, por lo que persisten los prejuicios y discriminaciones, cuando se debería garantizar el acceso a información adecuada y oportuna, poniendo a disposición de la población prestaciones que aseguren la promoción y cumplimiento de los derechos sexuales y reproductivos.
Es necesario informarnos al respecto y crear oportunidades de crecimiento a través de iniciativas que promuevan la salud sexual. La adolescencia es justamente una etapa ideal, dado que se generan importantes cambios y adaptaciones biológicas, físicas y psicológicas, que resultan una excelente oportunidad para promover la salud sexual y prevenir situaciones de riesgo.